lunes, 30 de agosto de 2010

La importancia de la mentira






En el encuentro La ciudad de las ideas realizado en Méjico, el divulgador científico Eduardo Punset, estrella televisiva y editorial, explicaba lo poco que debemos fiarnos de nuestra memoria, pues es, a fin de cuentas, una gran mentirosa. No es una herramienta de concreción, sino más bien de generalidades, por lo que los detalles son siempre inventados o construidos a partir del escenario y nuestras propias necesidades de recuerdo. Igualmente otra de las científicas invitadas hablaba del autoengaño como forma casi de evolución y supervivencia. Como nuestro recuerdo además de selectivo, es transformado sutilmente para continuar con nuestras acciones y desarrollo sin ser interrumpido por cuestiones como la culpabilidad o los bloqueos emocionales.

Por tanto, a pesar de que la moral y la ética de todas las culturas rechacen de plano la mentira como forma de comportamiento social y como herramienta de relación, la realidad es que la mentira tiene una importancia excepcional en el sostenimiento de las estructuras comunitarias. Todos conocemos el resultado que conlleva la verdad como principio absoluto, y la conformidad que genera la mentira tangencial en las conversaciones, opiniones, etc. 

Se puede afirmar incluso que la inteligencia emocional va íntimamente ligada a la capacidad de adaptar la comunicación de las verdades, es decir, de mentir bien sin mentir, de pseudo-engañar, de transformar una realidad en una cómoda verdad.

Dicho esto, y prefiriendo los resultados de las verdades absolutas, resulta curioso pensar un breve tiempo en estas cuestiones.

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