En el entorno de la macaronesia atlántica se encuentra un archipiélago sorprendente; Madeira. Un grupo de islas verdes y frondosas, donde el más ancestral bosque de laurisilva, ya perdido en muchos otros lugares, permaneces intacto, a pesar de siglos de tala y quema. Su cultura y gastronomía, tan cercana a la canaria, por su parecido encuentro entre las orillas americanas, europeas y africanas, da buena cuenta de la complejidad de una sociedad portuaria y abierta al mundo.
Se trata de un entorno privilegiado. Funchal, una ciudad, cuyo centro histórico, tiene las dimensiones exactas para vivir y conocerlo en unos días, se abre al transeúnte en adoquinadas calles peatonales y grandes plazas. Por supuesto, como si fuera una firma de la propia cultura portuguesa, la ciudad está abierta al mar y al monte, por lo que recorrerla obliga a admitir la cuesta y las lineas curvas como una forma más de distancia entre dos puntos.
Sólo tomar un café en el "Golden Cock", junto a la Catedral, con una libreta en blanco sobre la mesa, junto ya merece la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario