domingo, 19 de septiembre de 2010

A los ojos de ... Federico J. Silva








con el yo
poético como con padredios pásame
puede que exista pero
yo no me fiaría de su omni
presencia
además
qué pasa con el nosotros
poético




Cuando leí Las variaciones sobre una poética encontré un caldo de cultivo perfecto para poder preguntarte, para poder encontrarme o urdir un desencuentro con tu yo, o con el nosotros, más persona y menos poético. Sorprende sin duda muchas de estas, como aquella en la que tratas de derivar una frase de Octavio Paz, por ejemplo. Un duro golpe bien justificado, sin duda. Pero de esta me sorprendió lo difícil que resulta encontrarse con un artista, que realmente crea, hasta el punto de incluirlo, no en una reflexión pública o un artículo, sino en su propia poética, la figura del “nosotros poético”.  


¿Es la poesía un arte de “egos” más que de “colectividad”? Más allá de la poesía mal llamada de compromiso o social ¿Qué piensas de quienes defienden que la poesía es siempre social o comprometida pues tiene siempre una intención de comunicar y mejorar algún aspecto de la vida o el ser humano? ¿Es eso lo que defiendes o he errado por completo en la lectura?

 


Federico J. Silva - Este es un texto de principios de los noventa, publicado en mi primer libro [Sea de quien la mar no teme airada, 1995]. Sin duda ha llovido mucho pero trataré de explicarme. En aquella época me preocupaba esa suerte de onanismo en la que los poetas habían convertido sus versos. Recuerdo un poema de título brutal [“Y el sol se orina”] donde arremetía contra ello: “yo escupo podría hasta los labios/ colegas ustedes los clase poética/ un poema/ basta quiero sea más que un preservativo/ en que más turbarse gente/ que sólo habla no me con mueve/ de asuntos de lencería/ del alma por ejemplo”, que terminaba así: “y el sol se orina/ diariamente/ en el alma de los fantasmas/ solipsistas”.

           

También formaba parte del mismo libro el poema “Aquí somos extranjeros”, donde trataba de expresar que ni en lo literario ni en lo social éste es el único mundo posible. No obstante, nunca he manifestado mi preferencia por la llamada poesía social o comprometida, pues ésta salvo honrosas excepciones tiene más de social que de poesía, tiene más de conmiseración miserabilista que de creación literaria. Eso sí, no lo voy a negar, he escrito algunos poemas [la mayoría del citado poemario y de Donde menos se piensa salta el gatoliebre, 2005] que prefiero llamar cívicos, porque evidentemente soy, como todos, un ser con preocupaciones políticas. Ni mi Era Pompeia [2005] de temática amorosa escapa de esas inquietudes.

           

Para simplificar el tema me remitiré a algunas ideas que ya he sistematizado. Me refiero a un fragmento de la poética recogida en la antología publicada por Miguel Martinón bajo el título Poesía canaria actual (A partir de 1980). Allí digo: Aunque no hay más poética que el poema mismo, declaro que procuro huir de la hinchazón expresiva no menos que del prosaísmo de experiencias intrascendentes. Me mortifican las buenas intenciones literarias que no van acompañadas de eficacia verbal: la poesía es una obra de lenguaje dominada por la actividad simbólica, no fruto inmediato del sufrimiento o del sentimiento. “La poesía no se siente, se dice” (Octavio Paz). Por ello me haría muy feliz que la experimentación formal y la investigación idiomática fuesen rasgos de mi escritura.

            

La poesía es un género de ficción, the supreme fiction, en verso de Wallace Stevens, y de ahí que recurra a los correlatos objetivos, al monólogo dramático y a la intertextualidad, porque me permiten expresar emociones internas alejadas del show neorromántico quejumbroso y melancólico.


Por último, un consejo de Horacio: “corrige a menudo”, y una advertencia de Antonio Machado: “quien borrar no sabe camina en cuatro pies”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario