domingo, 24 de octubre de 2010

A los ojos de ... José Corredor-Matheos







No sé si mis palabras
son de paz y de consuelo
 o de desolación.
Desolado es mi rostro
Si me miro
En algún frio espejo, […]

Algunos años hace ya que leí esos versos suyos en el libro El don de la ignorancia (Tusquets; Nuevos textos sagrados, 2004). En su momento, me preocuparon más los tres primeros; la preocupación de saber si aquello que uno refleja en sus versos, o lo que es lo mismo, aquello que uno es, se transforma en serenidad y reflexión, o acaso en un grito sordo y desnudo de impotencia. Volviendo a releerlo, quizás porque el tiempo hace que uno pretenda reconocerse, o incluso, a veces, conocerse simplemente, me gustaría preguntarle 


¿Qué ve José Corredor – Matheos cuando se ve en el espejo de sus versos? ¿Qué teme encontrarse? ¿Qué es lo que nunca le gustaría observar?


Cuando me miro en el espejo, indudablemente reconozco a alguien que se supone que soy yo. En la vida cotidiana no queda más remedio que aceptar la convención de que ese del espejo eres tú, porque, de otro modo, no podrías seguir moviéndote en el mundo. Pero cuando caes en la reflexión y en la observación interior empiezas a ser consciente de que son muchos los espejismos: ¿Quién soy yo? ¿Soy en verdad? No temo encontrarme con nada que me inquiete: más bien siento ansia de ver verdaderamente lo que puede haber detrás, si es que algo  hay. Creo que, dentro de mí, hay un vacío por descubrir, del que tengo vislumbres. Pero no se trata de un anhelo, ni un deseo, sino de un impulso. Debe ser, me digo en los momentos de optimismo, ansia de absoluto. Pero dar nombre a lo que te parece entrever en los momentos de mayor lucidez, es tarea estéril. Y, a propósito del final de tu pregunta: nada de gritos de impotencia. Has empezado con serenidad y acabas por serenarte de nuevo. Y no es estoicismo, porque, en el fondo, me mueve algo parecido a la alegría. 

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