lunes, 22 de noviembre de 2010

Perdón, ¿algo nuevo en la narrativa? No respondan, gracias.







Coincidimos muchos, en distintas conversaciones, sobre la necesaria vuelta a la lectura de los clásicos. La narrativa actual, al menos aquella a la que accedemos, bien por recomendación o publicidad, no está aportando ningún tipo de innovación a la literatura.

Se repiten excesivamente formulas ya premiadas en ventas o certámenes, y son en demasía los “Millasianos”, los “Vilasienses”, los “reverterianos” e incluso “los asensienses”; o si hacemos retroceder el calendario, los “marsenses”. Si, como quien habla de verdaderas religiones, con sus dogmas, credos, ritos y oraciones, los libros que vamos cogiendo entre las manos son perfectamente clasificables en estos “talleres”.

Entretenimiento asegurado, y no dudando de la calidad de lo escrito, no sorprenden demasiados las páginas recientemente impresas de casi ninguno de los autores de escaparate. Se suceden los esquemas propios de cada uno de los patriarcas, en buenas versiones de los iniciados, pero son pocos los intentos de innovación y revolución en la narrativa presente.

¿Por qué la vuelta a los clásicos? No viene refrendada por la siempre torpe afirmación de “cualquier tiempo pasado fue mejor”, o por aquella creencia casi elitista de “ya está todo escrito, pero como aquel (nombrando a algún autor con dos o tres siglos de fallecimiento) nadie lo escribió”. Lo que sí es seguro, es que podemos encontrarnos con mayores dosis de modernidad y trasgresión que muchos de los nuevos clásicos de la escritura.

Se critica, y no con poca razón, que en la poesía no ha existido una verdadera reflexión sobre la modernidad y los nuevos tiempos, y que ese intento de Postpoesia del que ya hemos hablado, no ha traspasado el intento de los críticos, y el error de los ilusos. Pero en la narrativa esto no es muy diferente.

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