lunes, 28 de febrero de 2011

Me vigila, lo sé. No lo soporto.







Me tiene vigilado. No es normal tanto interés si no se enterara realmente de nada. Observa como si lo controlara todo. Casi no hace el intento de disimular moviéndose al ritmo de la música o tarareando algunas de las canciones que suenan por los altavoces. He cambiado de ritmos, de artistas, incluso he parado la música, y no se mueve. No tengo dudas. Está leyendo lo que escribo.

Me atormenta pensar que ve cuando miento y que se lo va a contar a ella cuando la conozca. Me preocupa cuando me dicen “pero no sé lo cuentes a nadie” y está él, ahí, impasible leyéndolo todo. Ella no lo sabe. No lo conoce. No tiene ni la más remota idea que estoy rompiendo la básica confianza de una amistad incipiente por culpa de este extraño compañero de piso que no me deja hablar tranquilamente.

A veces incluso me mira, parece decirme “¡Pero cómo dices eso!”, e incluso me parece verlo compadeciéndose de los problemas ajenos, o sonriendo cuando soy ridículo en mis conversaciones. Es muy exigente conmigo y con ellas. Es muy exigente.

No me atrevo a echárselo en cara. Se pone extrañamente nervioso cuando le recrimino algo que hace indebidamente en el lugar que no corresponde. Cuando me roba o lo intenta.  Pero hasta hace unos días jamás se había atrevido a traspasar la frontera de robarme los silencios. Bueno, miento. Ya había sobrevolado la cama, y se había quedado en la lámpara que la corona, mientras con alguna visita femenina practicaba aquello de... bueno, eso. Con pudor intentaba taparme con las sábanas, o lo convencía para que se fuera. A ellas no les importaba, pero a mí sí. Yo era el que luego me quedaba en casa, con su mirada inquisitoria pidiendo explicaciones.

He dejado la pantalla en suspenso. He encendido el flexo y me he puesto a estudiar un rato. Parece que se ha cansado de cotillearme la teoría de los aranceles y sus costes para la importación. Nunca le gustaron esos temas. Prefiere los cotilleos de las redes sociales, las fotografías, las nocturnas de Chopin o el porno. Pero no, los apuntes de las oposiciones internas de La Caixa, no le gustan. Está claro. Hoy ha dejado caer lo que resta de su digestión, sobre el tema de fiscalidad de los fondos de inversiones. 

1 comentario:

  1. Grande Luis, muy grande !!!
    A veces, en las relaciones, hay que resituar los límites, coméntale aquello de "ave que vuela..." o simplemente enseñale que aquella comida del sabado era pollo, en concreto un pollo entrometido....
    Y todo sin acritud, ehh, que yo se que a un amigo no se le va a hacer eso, pero no está demás que sea consciente de donde está el límite.
    Acaso tu le espias a él, eh?, acaso le fiscalizas los trinos cuando habla con sus congeneres de la ventana? o incluso te metes en su jaula/nido para ver lo que hace a solas?.... Pues eso.

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