lunes, 28 de marzo de 2011

A los ojos de ... Rut Sanz







AUTOAYUDA.

Déjese de decálogos propuestos por el loquero: su familia no tiene arreglo. Olvide las normas: los vecinos siempre van a echar la culpa al vecino del quinto. Pase de convenciones y busque paz: haga mucho el amor. Modere su actividad: tómese un café bien cagado e invierta en bolsa. No corra: pero dese prisa. Relájese: no cuadricule su vida. Evite el sedentarismo: trashume. Fume lo menos posible y riegue la maría. No le robe horas al sueño: pídaselas a papá. Reprima impulsos: ¡tenga cuidado! ¿Qué prefiere: los Antes, los Después o los Ahora? Entonces, ha acertado. Colóquese la corbata, que al mundo le ponen los estereotipos. Enseñe los dientes, que le han costado un pastón. Sea feliz o al menos disimule un poco mejor, hombre. 
 
Tin, tin tin.


(Cara B).



Imagen: Ángel Arribas
La escritura Rut Sanz es un ejemplo de genialidad innata, que resuelve el mundo con un toque de ironía, sarcasmo, sin dejar de lado las convicciones e inconformismos necesarios para cualquier nueva generación que pretenda dejar su impronta en el entorno en que vive. Cuando uno la conoce, descubre que además, proyecta una luz, una especie de imán vital que no permite otra fórmula distinta, que prestarle atención, enfocar los oídos, si esta acción se me permite así describirla, y lanzarse a su mundo sin sujeciones. 


¿Estamos todavía a tiempo de cambiar algo con la literatura? 



Me parece que esta cuestión no la decidimos nosotros, los jóvenes. No creo que haya que escribir con el objetivo de cambiar nada, a mí eso me huele (me atufa, en realidad) a pretensión de la mala. Otra cosa es que, con la escritura se consiga, a posteriori, cambiar algo; pero esa es otra cuestión. Eso sí, confío en la idea de escribir para cambiar uno mismo, como proceso de evolución personal del individuo como parte del mundo; solo a partir de la observación compartida, no del objetivo marcado. Yo escribo para ser mejor. No es una afición, es una necesidad de algunas veces.



¿sigue siendo una “un arma cargada de futuro”, o ha vuelto al masturbatorio personal del ego de los artistas? 



EEsto lo dijo Celaya y no seré yo quien lo contradiga. Me parece que hay de todo. Tenemos mucho que decir y lo decimos. No estoy en absoluto de acuerdo con esos tópicos de que a nuestra generación no le importa nada, hay mucho grito de guerra camuflado en formas divergentes, así que por supuesto que Celaya estaba acertado, así lo pienso. Y es que hay quien se arriesga y dice cosas muy interesantes (que seguirán teniendo interés pasado mañana y dentro de cinco años o, incluso a lo mejor, con suerte, dentro de veinte y para un número razonable, no sólo para su círculo más próximo) y hay quien, exclusivamente, luce su ego mejor o peor. De todas formas, soy de las que creen que ser joven nos da cierto margen para la ingenuidad y para la metedura de pata, también, y para aburrir con nuestras miserias y felicidades. Hasta un punto, claro. Caemos en el ombliguismo sin darnos cuenta o porque nos da la gana; pero vamos aprendiendo a deshacernos de quiénes somos para mostrar el yo ((auto)ficcional) que más nos interesa y que más (nos) cuaja. Y, entonces, es cuando da vergüenza ajena lo que escribimos antesdeayer; pero ¿quién dijo miedo?
Chanchanchanchannn…


¿hay tiempo y espacio para la escritura en este mundo?


Imagen: Ángel Arribas

Si quieres, si lo deseas, claro que lo hay. Y sobre todo si eres capaz de pasar de las voces que te  rumian lo contrario. Tenemos cinco sentidos con los que captar mucha materia prima en lo cotidiano, me gusta la naturalidad. Para escribir hay que querer acercarse a todas las artes y a todas las personas. Pero no hay que forzar, son temporadas. El tiempo es cada vez más invisible y los espacios de escritura cuanto menos, peregrinos. Incluso los soportes, claro, porque definitivamente hemos cambiado la moleskine por el notebook y el blog. Puede que eso no haya cambiado la forma de crear pero sí la de recibir: el feedback es ipso facto y esto, dependiendo del día, o te impulsa o te destruye. También mola el bloqueo. Hay que aprender a digerir y dejar siempre algo en el plato, es una de las lecciones más valiosas que he recibido. De todas formas, también he aprendido que para escribir hay que leer. No me frustra no dar sentido unitario a unos textos ni perder otro premio, me frustra no ser una devoradora de libros. La lectura, para mí, ha sido y es un elemento de trabajo formativo, y voy aprendiendo a que sea, además, un elemento de placer, que no es tarea nada fácil.







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