martes, 16 de agosto de 2011

La mujer - precipicio, Princesa Inca






No suelo ser amigo de hablar mal de un libro o de un autor. Pero me gusta ser sincero en cuanto a mis opiniones, y comentar en mi blog todo aquello que cae en mis manos y a lo que dedico algún tiempo. 

Tomé este libro en una gran superficie de librería y la portada. Alguna lectura casual, seleccionando páginas al azar, me dio impresión de que sería un poemario interesante para tener y trabajar unas horas. 

Llegué a casa, seguí mi ritual de acomodar el sillón junto a la ventana, tomar el café y la shisha, acercar una mesa auxiliar con bolígrafo y libreta pequeña, y me dispuse a abrir este libro ordenadamente. 

Leí el prólogo en que la periodista Gema Nierga nos pone en antecedentes del por qué del libro y la autora. Un texto que pone de relieve las problemáticas psicológicas/psiquiátricas de la autora, que en ningún caso deben puntuar al alza o a la baja su poesía, pero sí, posiblemente, favorecer el entendimiento de las páginas siguientes.

Al tomar sus versos, o su prosa poética en algunos casos, se descubren ideas de necesaria reflexión, valentía en formas y alguna genialidad puntual en imágenes. La libertad y atrevimiento de la autora, así como una cierta creatividad de óptica favorecen una cierta lectura superficial, no poética, con resultado de agrado y casi aplauso.

Pero si es poética lo que buscamos, es decir, una consideración estética de lo escrito, en mi opinión, esto queda lejos de lo que podría llamarse "Poesía". Los ritmos truncados, excesiva cacafonía, repetición de palabras, y algunos planteamientos inconexos alejan a la Princesa Inca del arte y, sin ninguna intención de ofender o maltratar a nada y a nadie, colocan el presente libro en un curioso ensayo-diario sobre lo propio y a compartir con otros. Nada más.


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