domingo, 9 de octubre de 2011

"La casa de putas" del arte







Es excesiva la preocupación de los "personajes del arte" por sobrevivir al resto, es decir, vivir tras haber aniquilado o hundido a sus "compañeros". La secta en la que se convierten algunos grupos, o las insanas relaciones de odio, celos y envidias de las que algunos se nutren, niegan por definición la concepción intelectual de esos seres enfermizos que, no sé si predominan, pero que resuenan como la palabra más grotesca en el oído.

Creerse en la potestad de la verdad absoluta, o en la absurda obligación de opinar de todo y todos, sin haber sido preguntados, parece ser la única corriente de aire que les revitaliza día tras día y que les da fuerzas para levantarse cada mañana: "a ver contra quien puedo ir hoy, echaré mano de la lista".

Resulta cómico, caricaturesco, imaginarlos como víboras en un vertedero alimentándose de sus bilis  regurgitadas, de sus indigestas comidillas de pasillo, creyendo que sus debates de "prensa rosa literaria" de "poética de papel cuché" son juicios que trascenderán más allá de sus diálogos diarreicos.

No implica que sus obras no merezcan consideración o sean peores artistas por estas actitudes de patio de colegio, pero sin duda el trato más allá del disfrute de su creación, genera cierta urticaria.

Son aquellos que seleccionan su presencia en los proyectos según quien vaya a participar, aunque no tengan que cruzarse ni miradas ni obras. Los mismos que cuales judas, besan o abrazan, a quienes abrasan con sus injurias y juicios trasnochados. Aquellos que urden tramas de palacio ruinoso, y que inician, fecundan o abortan amistades a precio de coste, como quien comercia en el rastro con las baratijas de sus desvanes.

A todos ellos, en mi nombre y en el de todos los que andamos en este mundo por un sencillo amor y pasión por lo que hacemos, espero me permitan un consejo, desde esta atalaya joven e inmadura; no pierdan el tiempo, no hay guerra sin enemigo, y menos, sin campo de batalla.

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