Comí justo en frente, en un restaurante indú, sin
quitar la vista a todos cuanto entraban y salían de aquel antiguo almacén, casi pasando lista de si eran los mismos que cruzaban la
puerta hacia uno u otro lado.
Con el estómago lleno, me dispuse a adentrarme en
ese desconocido espacio limpio de ideas limitantes, y atento a lo que podía
aprender o entender del proyecto y de sus artistas. Sorpresa. Sentí sorpresa,
por no preguntarme si esa reacción escondía alguna otra menos diplomática, al
enterarme que la razón por la que yo no podía visitar las dos primeras plantas,
era porque en 2001 el colectivo se había dividido, y como resultado, los que
ocupaban las dos primeras del edificio habían vendido "su ocupación"
por un millón y medio de euros. Como diría Groucho Marx "estos son mis
ideales, pero si no les gustan, tengo otros".
Uno de sus artistas, que hoy expone en galerías
de medio mundo, tiene tomado una de las plantas altas del "templo
ocupa". En justicia, mientras muchos artistas tienen una habitación, él
puede poseer toda una planta para tener expuesta su obra, sin que el artista,
en palabras de quien cuida la muestra, pase nunca por allí. Sus obras de gran
formato, interesantes, mezcla de grafiti y el "horror vacui" del
tatuador, son de una violenta crítica social y de un mensaje con peso y
conciencia. Eso sí, a pesar de todo, nada de lo que está presente en esa planta
está a la venta, es tan sólo "un curioso escaparate".
Lo que se ha llamado "el templo ocupa"
sin duda deja mucho que desear, y parece bastante contrario a sus
planteamientos e ideas. Creo que hay mejores ejemplos, en Madrid sin ir más lejos,
de centros de autogestión, acción social y cultural, y revolución, comparta uno o no el ideario ocupa, que este
decepcionante escaparate.
No hay comentarios:
Publicar un comentario