Santiago
Gil nos tiene acostumbrados a su gran capacidad de trabajo y su más que afinada
rutina de producción literaria. Quienes conocemos su vespertinos hábitos no
podemos más que admirar, al tiempo que entender, por qué es un escritor tan prolífico, y por qué su obra tiene esa capacidad de equilibrio
sea el formato o la temática que sea.
Y
es que Santiago Gil no es sólo un narrador incansable, para muchos es un poeta
escribiendo narrativa. En resumen, es un poeta, y como tal, observa el mundo,
recoge una mínima existencia o una experiencia fugaz, y la transforma en la
belleza y transcendencia de una filosofía o un pensamiento elevado. Nos obliga
a mirar hacia la tierra para leerle, y parar para alzar la mirada imaginaria al
universo para localizar la esencia de lo leido.
Así
sucede con "El Amor Imposible" que uno empieza a leer creyéndolo
un entretenimiento de época. El libro contado
en la primera persona de un narrador-escritor que a tiempos podría ser él mismo
autor y a tiempos una traslación de él a un escenario en que se unen espacios y
tiempos que no están en el presente vivido, nos relata una historia de amor
nacida justo el día antes del inicio del confinamiento, y le sirve de excusa
para ir relatando con maestría lo que va sucediendo en un Madrid en shock hasta
casi nuestros días. La historia importa, pues es una reflexión viva sobre el
amor de impacto, el de avalancha, el que sobreviene cuando no estás preparado,
ni tan siquiera atento. Ese sentimiento que les desnuda y les hace
inocentemente débiles, infantilmente incontenibles, pero maduramente
disfrutables a ambos. Un amor de distancia en tiempos de cercanías, en tiempos
de inmediatez, en tiempos de multimedia. Pero en tiempos de aislamiento.
Pero
si creyéramos que esa es la razón de la novela nos atreveríamos a decir que nos
confundimos. Pues la novela nos compromete mucho más con nuestro tiempo. De ahí
la brillantez de Santiago Gil. El autor nos obliga a pensar con él en lo que
sucede, en lo que en la sociedad está generando todo esto. En los distintos
perfiles sociales, sus reacciones. Tambíen en la clase política. Toma una
historia de amor para invitarnos pacientemente a dejar de ser meros lectores de
una historia de amor, y convertirnos en personas con un criterio más
equilibrado, global y pausado de la experiencia presente, sus consecuencias y
devenires. Nos habla de todos los miedos, de todas las esperanzadas, de todas
la grandezas y pequeñeces que la sociedad pone de relieve estos días. Tambíen
de las sensaciones, de las vivencias, del sentimiento que cada uno puede reconocer entre los suyos
o en uno mismo.
Pero
el propio autor juega a explicarnos en algunos momentos sus intenciones "siempre se puede escribir de amor" como advirtiéndonos de que
esto no es lo importante, o "Estos días en que tengo todo el tiempo del
mundo para escribir están siento los menos productivos de mi vida"
mientra nos escribe una novela de la forma más ágil que lo ha hecho, al menos
que conozcamos, en su producción literaria. Y con grandes expresiones del
tiempo moderno de la soledad hiperconectada como "pienso en ella cuando
la escribo y me escribe. El resto del tiempo estoy solo".
Estamos
posiblemente ante un obra que demuestra cómo Santiago Gil se ha sobrepuesto a sí
mismo, a su pasión por los tiempos de descanso de sus obras, a su amor por las
publicaciones "tardías" para regalarnos una joya que nos
permita al tiempo que el llegaba a esas cotas de trascendencia y universalidad
de pensamiento sobre el presente, y también de actitud crítica y
revolucionaria, hacerlo nosotros a nuestro nivel y altura. No sin dejar de
disfrutar de una bella historia de amor, de la que cada cual, seguramente ha
vivido algún párrafo o capítulo en su vida.
Tiempos
convulsos en los que nos toca quedarnos con aquella máxima de que "el
amor nos salvará", pero obligándonos a recordar que tras tanto ruido
siempre hay cuervos anidando esperando la carroña, fantasmas de la historia que
pasean en busca de escenarios superados, e intereses sobrevenidos que no
advertimos. Pero también, héroes generosos, vigías de las ideas y grandes
creadores de arte. Gracias Santiago por este regalo.