martes, 20 de julio de 2010

El Postismo







Artículo publicado en la revista Tinta Sobre Papel (2005)


En el profundo silencio de nuestra memoria literaria y cultural se dispone un movimiento que intentó ser el último aliento de renovación estética, camino de lo absurdo, y que llegó a suponer una magnífica simbiosis entre la novedad y la tradición artística.

En torno al 1945 comenzarían a sonar las voces y manifiestos de un movimiento, marginal según algunos estudiosos, generacional según otros, que se lanzaba  como puente o punto y final de las vanguardias europeas y que se creaba codo a codo con otros movimientos -como el Dadaísmo francés, el Futurismo de Marinetti o el Cubismo literario del que parte el Postismo- que enriquecían esas décadas en otras latitudes del continente. Como fuga de la censura posterior a la Guerra Civil Española, contestación de los conflictos mundiales e incorporación de las visiones creacionales europeas, el Postismo tuvo su momento, y también su olvido en pocos años.  

            Algunos tachan a este grupo de meramente imitativos con respecto a las otras tendencias europeas que cohabitaban su contemporaneidad cultural, pero la realidad del Postismo era bien distinta; se trataba de una contestación a la sinrazón cultural de la censura y la tragedia emocional y fraticida de la contienda española del 36.

 Este movimiento surge en las manos y versos de Eduardo Chicharro, Carlos Edmundo de Ory y Silvano Sernesi  en la revista Postismo, publicada en Enero de 1945. Ésta, cargada de obras y estudios críticos sobre las vanguardias, tendría también el primer germen del Postismo, uno de sus primeros manifiestos. Si bien en el caso de otros grupos artísticos, en el manifiesto se disponía un plan de trabajo, aquí se discutía y resolvía sobre la propia creación artística, duda existencial siempre en boca de cualquier escritor.

Según José Manuel Polo de Bernabé, en su artículo titulado “El Postismo como aventura del lenguaje en la poesía de postguerra en España”  se infiere de este manifiesto una serie de principios básicos para entender el Postismo y la definición que de si mismo realizan los firmantes.

Según Polo de Bernabé se entiende de este primer escrito la supremacía de la imaginación que depende del subconsciente y la razón; la utilización de materiales sensoriales; control técnico que incluye la exploración de las posibilidades del lenguaje, rasgo éste quizás que le distingue de otros movimientos vanguardistas; y, voluntad de destruir prejuicios. De estas premisas se pueden derivar algunas otras de igual importancia como el hecho de que la imaginación de por si implica originalidad y no puede copiar o imitar, lo cual antepone el Postismo al Realismo Fotográfico. Igualmente destacaremos la búsqueda, no solo de la relación entre artes, sino de la integración de las mismas, y sobre todo, en lo que refiere al aspecto técnico, una clara búsqueda del trabajo y el perfeccionamiento en talleres como el fundado por Edmundo de Ory en 1968 con el hombre de “taller de la poesía abierta”.

De igual manera hay que tener en cuenta, muy especialmente, la utilización del lenguaje, pero sobre todo, la transformación de lo que hasta entonces era denominado como “lenguaje poético”, conformando un nuevo universo lírico de significado irrecuperable e imposible. Sorprende que esa relación de inverosimilitudes suponga la creación de un mundo coherente en si mismo, con actitudes obsesivas en muchos casos y vocabularios degradados y dispuesto al antojo de una razón entendible pero incomprensible a su vez.

Otras de sus grandes acciones definitorias son sus actos y reuniones creadas expresamente para la ruptura de los cánones establecidos y el escándalo estratégicamente medido, a pesar de lo aparentemente desenfrenado.

A pesar de su fiel intento de la originalidad en su máxima expresión, se denotan claras raíces literarias anteriores, propias de sus bases educativas y sobre todo de su tardía incorporación a las tendencias vanguardistas que llevaban coexistiendo décadas en Europa. Por eso estudiosos defienden que su tardía aparición supone una incorporación en España de una regeneración estética y poética llevada a la máxima y al límite, pero sin grandes variaciones respecto a las antes mentadas vanguardias.

La nómina de los autores y artistas que serán llamados postistas es tan variada y amplia como discutida. Fernando Arrabal, Francisco Nieva, Carlos Edmundo de Ory, Ángel Crespo, Gloria Fuertes, Eduardo Chicharro y Gabino Alejandro Carriedo son algunos de los mentados por los estudiosos.

De ahí podríamos defender sin miedo a equivocarnos que Ángel Crespo no sería tal postista. Según Jordi Dorce, de la Universidad de Oxford, en un artículo sobre la poesía de Angel Crespo, nos asegura que si existe una primera obra de este autor con cierta tendencia postista, refiriéndose al libro “Una lengua emerge”. Defiende no obstante que fue un postista biográfico, es decir, su relación vital con el Postismo es evidente e incluso el hecho de su originalidad, imaginación, etc. Pero su devenir estético y artístico tomaría otros derroteros posteriormente. Su Postismo fue una necesidad de libertad e imperativo creacional, más que una convicción propiamente dicha.

Por otro lado Gloria Fuertes, para algunos también enmarcada entre éstos, se definió como “autodidacta” y nunca le gustó la incorporación a ninguna lista o tendencia. Su cercanía a los de Ory fue evidente, publicando en las mismas ediciones que éstos, además de su participación en sus tertulias. Pero nunca fue una postista convencida o de credo, aún reconociendo que el Postismo era lo más avanzado que podía proponer España estéticamente.

Si seguimos en el estudio del movimiento nos tendremos que remitir como siguiente fecha de interés, al 1946, cuando, en la Esfera Literaria de Madrid, se publicara el segundo de los manifiestos postistas. En este se hacía frente a las críticas que señalaban las relaciones estrechas con el surrealismo, y se enunciaba que no se pretendía crear ninguna estética nueva, sino basarse en las raíces del pasado y adecuar un mundo ya tradicional en el arte: en Quevedo, Vergel y en el Bosco. Igualmente se defiende una gran preocupación técnica en aparente contradicción con la impresión de facilidad que presentan a veces sus textos. Nada más lejos de la realidad, pues conservados originales de sus escritos, se puede observar la complejidad de sus correcciones. Su riqueza fónica y semántica supone la clara imagen de la fiel adhesión a la palabra, a las técnicas verbales, los juegos rítmicos y un estudio del subconsciente como creador del juego lingüístico.

Si nos fijamos en el siguiente manifiesto publicado en Madrid en 1947 en La Hora veremos una variación, no esencial, pero si de importancia en los planteamientos postistas. La relevancia que se le da a la relación con otras vanguardias y la tendencia o intención social de la poesía del Postismo supone una variación de interés en este último manifiesto.

Rafael de Cózar en su artículo “El Postismo en el contexto de la vanguardia” nos acerca un estudio pormenorizado sobre una de las características ya mentadas en este acercamiento. Nos plantea la importancia de entender que el Postismo, como cualquier vanguardia e “ismo” artístico no es más que un revitalizar de los artificios y juegos artísticos y lingüísticos históricamente usados en la literatura de todos los tiempos y resucitados en momentos en los que la imaginación tiene que derivar en la libertad del subconsciente, cuando la realidad no permite ser libre concientemente. Nos realiza un repaso de las poéticas clásicas de todos los tiempos y culturas –árabes, hebreas, clásicas, griegas y hasta las mas cercanas en los siglos como las vanguardias, el 98 español, el 27, el 68 o los novísimos- para defender la tesis de que el Postismo es un equilibrio de modernidad y tradición, como lo son todos los movimientos de ruptura irracional y caótica de lo absurdo.

Para encontrar las primeras referencias de estudios serios y completos sobre el Postismo y sus autores no tendremos que acercar, según Jaume Pont indica en su artículo “El Postismo; génesis, teoría y obra”, al estudio realizado por Félix Grande – referenciado previamente en este texto – donde se reivindica y recupera la dimensión de un extraordinario poeta olvidado, Carlos Edmundo de Ory, y además se resuelve el camino de los compañeros de viaje a través de sus textos y manifiestos. Sería ya cuatro años mas tarde, 1974, cuando Carlos Armero hiciese lo propio con la obra y biografía de Eduardo Chicharro.

Es importante también entender que el Postismo no se reveló nunca como única tendencia a tener en cuenta en la literatura y arte del momento, sino más bien todo lo contrario, supuso la contra a la visión oficial de la creación artística de la España más unidireccional. Por un lado una reacción y distinta visión humanizadota que tomará sus inicios en “Hijos de la ira” de Dámaso Alonso; por otro lado el grupo Espadaña o la revista Garcilaso que supondrían la aceptación manifiesta de el resurgir de una nueva mentalidad “imperial y gloriosa” en defensa de unas ideas de “cruzadas” y “nueva nación renacida de las cenizas”.

Desde la lejanía del tiempo y la deuda que la cultura debe a esos inconformistas y revolucionarios de lo original – o lo absurdo, que más da – y del firme convencimiento que el subconsciente y la creación artística no tiene más límite que la propia libertad, esperamos haber sido fieles a la historia y la verdad, con las carencias que supone el no ser doctos en esta materia. Esperamos que tal vacío sea cubierto por el gran interés y enorme trabajo puesto entre estas líneas. 

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