lunes, 19 de julio de 2010

Oporto







Cae la tarde en la Plaza de la Batalha y surte de tonalidades azules la fachada de la iglesia jesuita que la corona en lo alto de una generosa escalinata. La ciudad de Oporto tiene la vida de una urbe comercial con esencia barroca. Sus calles principales se cruzan en la historia desde el románico de la fachada de su catedral, hasta el racionalismo con simbología masónica, pasando por el barroco más pleno y el modernismo burgués.

Una ciudad que se agarra a la cumbre frente a un río que la devora de raíz, al tiempo que le da la vida. Puedes recorrer sus calles empinadas y quebradizas que todavía guardan resquicios de las antiguas agrupaciones gremiales, viajar a través del tiempo por la zona de la rivera y sus puertos, escuchar fados en sus bodegas o disfrutar de un buen vino de Oporto de 10 o 20 años de barrica de cualquiera de las firmas inglesas, que todavía hoy, colonizan el otro lado del río.

Pero no puedes escapar de Oporto sin pararte a degustar dos de sus grandes manjares; unos buenos dulces y algo de poesía portuguesa. Un buen Menú: Bollos de Belem y el libro Luz Triste de Carlos Matías.




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