domingo, 4 de julio de 2010

Lisboa en nuestras ruínas



Lisboa es una ciudad que sorprende. Una ciudad que sobrevive a un terremoto, a una dictadura paralizante y “neo-renacentista” o a una revolución, es sin duda un cadáver exquisito.  Un complejo entramado de calles se esparce entre montes y barrancos como quien desordena un cuarto infantil, o como decía el poeta teldense “como una pizarra después de una clase de geometría”. Lisboa es una ciudad siempre en cuesta y siempre en curva. A penas puedes discurrir por una calle recta y planta, como dicen muchas guías “no se cumple aquello de que entre dos puntos el camino más corto es la línea recta”. Es cierto, cualquier intento de recorrerla como uno haría con cualquier capital europea sería una pérdida de tiempo.

Pero igualmente es una ciudad que cautiva. Como buena ciudad portuaria es una urbe con encanto, con fuerza, abierta al mar y al mundo. Un amplio abanico de culturas se encuentran en sus plazas y en sus calles sin conflicto aparente. Ejemplo de metrópoli que ha perdido su imperio, pero que también ha sabido atraer a ciudadanos de todas las latitudes para hacer de ella misma su hogar y su tierra.

Entre magníficas representaciones del renacimiento manierista y el barroco más soberbio, se encuentran edificios casi en ruinas que muestran el esplendor que, en otros tiempos, tuvo que tener la capital portuguesa, y que ha tornado a un poético encanto gris y decadente. Junto a las grandes plazas como la de Luis Camoes o la  del Comercio, callejuelas de antiguas juderías dejan ver la miseria que habita en el corazón de Lisboa. Es una ciudad llena de incoherencias y contradicciones si se observa con detenimiento. Supongo que como todas y cada una de aquellas que visitamos con interés y detalle.

Uno puede descubrir en su arquitectura, en su folclore, los apellidos o la lengua reminiscencias de lo que tuvo que aportar a Canarias una cultura como la portuguesa. Por otra parte la vinculación del país vecino con España, como esa “realidad siempre incompleta”, como algunos definían a los países por separados, nos hacen encontrarnos con momentos históricos comunes y una especie de simbiosis en tiempo-espacio de ambas naciones. Son otras formas de entender la ciudad y el país que visitas.

Si en algún momento uno duda en Lisboa como destino, cabe decir, que perderá la oportunidad de encontrarse con una ciudad que promete sorpresas y que ofrece aspectos que ninguna otra ciudad de la vieja Europa es capaz de exponer al visitante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario