lunes, 26 de julio de 2010

Moguer






Viajar al sur. Una asignatura pendiente, de la que ya llevo un año matriculado pero que no he completado como debiera. En la primavera del 2009 me invitó Antonio Ramírez Almanza, director de la Fundación Juan Ramón Jiménez, pero sobre todo un gran amigo y mejor poeta, a visitar Moguer, tierra del inmortal y ofrecer un recital en la casa del poeta.

El viaje decidí hacerlo en AVE. Sin duda una forma mucho más romántica que la aérea, inclusive más cómoda y amable, aunque se le deba dedicar un tiempo mayor (a veces igualado por un buen retraso en barajas). Los viajes en tren son siempre mágicos. Aportan una ruptura con el tiempo y el espacio en el cual estás y te desplazas. El reloj a penas se inmuta mientras recorres kilómetros a toda velocidad, y la realidad, el paisaje, se derrite como un cuadro de Dalí a tu paso.

Llegado el AVE a Sevilla, alquilé un coche y viaje dirección Huelva hasta Moguer. Un pueblito blanco, luminoso, cercano, cono la esencia de Juan Ramón en todos rincones. La Calle Juan Ramón Jiménez, la principal de la ciudad, donde se encuentra el sensorial y acogedor museo, donde sin duda el amor y la dedicación suplen la falta de recursos y el espacio que escasea. 

Cuatro días visitando la ciudad, sus calles, sus iglesias, su Archivo Municipal, en el antiguo convento de los franciscanos, y que hoy es el "taller" de otro gran amigo, exquisito editor y delicado poeta, Diego Ropero Regidor. Por supuesto el resto de la comarca tiene todo el encanto posible. Rosiana del Condado con sus historia marcada por las más bellas edificaciones del modernismo burgués en las casas de muchas de sus calles, que pude recorrer con el Alcalde, Amaro Huelva.

Una visita que culminó con uno de los recitales más enriquecedores y cargados de energía que he realizado. Un viaje que pretendo repetir en tan sólo unos días.


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