domingo, 22 de agosto de 2010

A los ojos de ... Antonio Jiménez Paz








Estoy a salvo
noche y día
sobre un montón de  cadáveres.


Diminuta figura.


No hace mucho que tuvimos la oportunidad, casualidad o no, de conocernos. Habitas entre la figura siempre positiva de un divertido amigo, y la constelación personal y poética de cierta melancolía, matices de fracaso experimentado, y algo de frustración que se ve en tu escritura. Quizás es un análisis erróneo, o incluso un escenario demasiado común en la poesía de muchos. Pero a los ojos de estos versos me gustaría preguntarte 

¿Es la poesía acaso una forma de distancia con ese montón de cadáveres o una consecuencia? ¿Se salva el poeta gracias a lo escrito? o por el contrario ¿Intentando salvarse se consume y condena?

Antonio Jiménez Paz - Puede que sea un amigo divertido, como también un amigo melancólico, enfermizo, fracasado y frustrado. Así me encuentro bien definido. No tengo nada en contra si es así como tú me ves… Y sí, es posible incluso que estas características personales puedan ser aplicadas a mi escritura, a mi poesía -pues poeta es lo que soy por mis obras-, que puedan afectarle, e incluso definirla. No lo niego. Sobre todo si te confieso que soy de los que creen que no existe poética alguna que no venga dada, o matizada, por la personalidad -enfermiza o no- de quien escribe… Pero cuando luego tú mismo te planteas si tu dictamen sobre mí y mi poética podría ser erróneo es cuando también me obligas a preguntarme si realmente uno es como lo ven los demás o si uno escribe realmente lo que leen los demás y viceversa… Porque yo creo que uno de los ingredientes fundamentales de mi personalidad y de mi literatura también es la ironía. Y esto no lo mencionas. Entonces puede resultar que en algo te estés equivocando, que algo se te esté escapando, que algo no has captado. O si no, que la imagen que tengo yo de mí mismo y de mi poética sean mis mejores invenciones. Cierto que la primera impresión es la que queda, pero no necesariamente resulta la más cierta, valga el juego de palabras… Lo más claro que tengo es que sobre lo que ven los demás tanto de mí como de mi escritura no tengo ningún control. Sin embargo me alegra que te hayas hecho aunque sea esa idea, que te hayas atrevido, pues no todo el mundo consigue hacerse una idea ni siquiera aproximada del otro ni de los resultados de lo que ese otro lleva a cabo.

Luego me preguntas en base al poemilla que has escogido de mi último libro si “es la poesía acaso una forma de distancia con ese montón de cadáveres o una consecuencia”… Te respondería que ni una cosa ni otra. En primer lugar porque la poesía es vida, es temblor, es terremoto, y el que escribe no más que un cadáver, una piltrafilla.

Rematado lo anterior, me vale para enlazar con la siguiente cuestión tan común que me formulas acerca de si “se salva el poeta gracias a lo escrito”… Vamos a ver: el poeta nunca se salva porque no necesita de salvación ninguna. Es el único que siempre está a salvo, de todo y de todos, de lo vivo y de lo muerto, incluso aunque no escriba. Otra cosa es el hombre (en mi caso), el que anda jodido y que por mucho poema que escriba, por muy valioso que sea lo que compone, nada lo salvará nunca. El ser humano es un ser insalvable. O dicho de otra manera: su única salvación es su propia condena, porque la escritura no es otra cosa más que plasmar por los demás lo que los demás pueden sentir, pensar o desear, aportándole determinada belleza formal. En este sentido, como poeta me siento representante del género humano, de sus anhelos y frustraciones, de sus sueños y de sus recaídas. Soy -¿cómo decírtelo?- una especie de traductor. No hay poesía, por muy niñato que se sea, por muy inconsciente, que no contenga a los demás y a lo demás. Pero esto es un asunto que uno va descubriendo con el transcurso de los años. De ahí esas banalidades yoísticas del poeta primerizo, que confundiendo al que escribe con el poeta que es quien culmina la acción, le parezca tan extraordinario lo que hace… Yo también fui ése, cómo no. Pero hoy no: hoy sé que el poeta está más que a salvo y el hombre, por muchos libros que escriba, siempre solo en su soledad. Creo que por eso mi poesía es descreída -y con esto conectamos con el principio-, huérfana, carente de falsas esperanzas, fracasada, rastrera y hasta bichada. Tanto es así, que yo soy mi propio fracaso, que no es más que una manera de decir que mi fracaso es el fracaso del ser humano, que convertirme en poeta ha conllevado tal aceptación. Por eso creo que la cuestión central que da pie a toda mi obra es si hay que salvarse de algo. De ahí parte. Y a través de mis libros he ido respondiendo cada vez más claramente que no, que no hay nada de qué salvarse ni para salvarse, que lo que hay que hacer es cantar al fracaso, una y otra vez, no perderlo de vista, porque si fuera así a quien perderíamos de vista en el fondo será al propio ser humano… Ese poema mío que tú mismo has escogido yo no podría considerarlo de ninguna manera “triste”, porque no tengo otra adjetivación con cuál contrastarla. Ese poema es fruto de un centrifugado, no es maquinal en cuanto que se me ocurrió como sucede con una frase ingeniosa, no. Eso es fruto de un concentrado que proviene a su vez de muchos poemas y que el poeta dejó en eso tan pequeño y en apariencia tan simple. Es, por tanto, casi un resumen, resumen de una lección, de un aprendizaje progresivo, de una teoría descomunal, de una inmensidad empequeñecida, como para no molestar a los demás, e incluso para intentar abreviarles a los demás la vida. Yo soy el hombre que se consume y condena. Nada me salvará de nada. Ni mi propia escritura… Habría que haberle preguntado a tiempo a Monterroso por ejemplo si no será más triste todavía que el mismo dinosaurio esté al pie de tu cama cada vez que te despiertes, sin haberse movido nunca de allí, sin haberse marchado de allí mientras tú has creído dormir solo. Quizá él te podría haber aclarado todo esto que he expuesto mucho mejor que yo.

Así que ahora te devuelvo la pelota y te pregunto para qué te sirve un amigo divertido que a la vez es melancólico, fracasado y frustrado… Tal vez sea sólo para poderle formular este tipo de cuestiones y él intentar responder sin aclararse del todo. Esta es mi poética, la que no salva ni resuelve nada.                            

2 comentarios:

  1. Necesitaba oxígeno lírico para sobrevivir a este verano de pensamiento débil y aquí he encontrado un seductor cruce de miradas entre el genial Antonio Jiménez Paz y el magnífico blog de Luis Antonio González

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  2. Muchísimas gracias Federico. Es un lujo tenerte como lector del blog.

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