sábado, 5 de marzo de 2011

Pelegrina, un pueblo con la excusa del cañón del río Dulce






 Cruzan el cañón del Río Dulce buitres leonados como si formaran parte de un espectáculo con horario definido y trazos marcados sobre plano. Pelegrina ve llegar la noche con un valle en claroscuros, y al otro lado, un rojizo atardecer sobre los recién arados campos de Castilla. El hielo sin deshacerse al borde de la carretera, y coches que van y vienen buscando la tranquilidad de un paseo junto al río, excusa de un pueblo que late con los viandantes.

Cámara en mano recorro el rumoroso entorno del río, donde una corriente casi convertida en cristal fluido, recorre el camino marcado y humedece toda la orilla. La hojarasca de tierras y grises lo cubre todo. Un camino de barro va transcribiendo el paseo en hondas pisadas que fotografío.

Allá, arriba, en lo alto del pueblo, vigilando su propia ruina. Un castillo. Eso tuvo que ser, hace ya bastante tiempo.

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