domingo, 10 de abril de 2011

A los ojos de ... Adriana Bañares







La Princesa Prometida descubre una versión hentai de Las Supernenas

Llueve como si nada. Parece vapor de agua la estática y en la calle hay una niña que arrastra un globo roto. Las grietas dibujan sed a pesar de la humedad y sobre la acera impasible a rastras muere el troquel desinflado de una infancia que se acaba. La Bella Durmiente no se volverá a despertar y desde la torre más alta observa impasible Buttercup la última batalla. Llueve como si nada. La niña que le ha robado el nombre pasea preparada, lista, curvilínea, adolescente, en el imaginario de quien antes le decía como desees.

Adriana Bañares Camacho.
De La niña que arrastraba un globo roto.


Un aparente desorden de las páginas, indecisión en la selección de la lectura, y de pronto Adriana Bañares te sorprende con textos que mezclan la siempre presente figura de la infancia perdida, herida o maltrecha, en formulas entre el divertimento y el imposible. Toda la timidez de la joven autora queda velada por la fuerza de esa mirada penetrante y la decisión con que sus textos rompen cualquier atisbo de indiferencia de la audiencia. No hace mucho leía una entrevista en la que Fernando Beltrán decía que los artistas llegamos a viejos siendo niños, mientras que cuando teníamos menos edad nos comportábamos como viejos 





Los artistas llegamos a viejos siendo niños, mientras que cuando teníamos menos
edad nos comportábamos como viejos.
Fernando Beltrán.

¿Qué necesita el escritor de lo infantil?

Creo que más que necesitar lo infantil, se trata de no olvidar lo que se ha sido. Aunque normalmente recordemos la infancia como una etapa preciosa de nuestra vida, lo cierto es que también es la más cruel. Es en el patio de recreo donde más patadas nos han dado, y esos golpes –que nos dieron y dimos- son los que nos han convertido en lo que somos.

¿Qué permite jugar con ese tipo de personajes que no te dan otros?

Jugar con referencias infantiles permite hablar de temas duros de forma dulce. La estética naif tiene una forma de crueldad que me fascina.

¿Qué hay de Adriana en esas princesas, y por el contrario, qué no forma parte de ella?

El miedo al rechazo. La inseguridad –tú lo has dicho: mi timidez-, el miedo al reemplazo o a ser el sustitutivo de algo que fue mejor. En mis poemas, Buttercup (La princesa prometida) ha envejecido y su marido busca la belleza en la juventud de las Super Nenas (Buttercup es el nombre original de la Super Nena que en España se tradujo como “Cactus”); Nozomi (Air Doll) ha tomado conciencia de que sólo es “un sustitutivo para aliviar el apetito sexual”; Penélope se sale de la carrera con Pierre Nodoyuna; Carmen Sandiego ha perdido todo lo que robó cuando era una criminal mediática; Molly, una muñeca de trapo, ha sido reemplazada por las Barbies más guapas y Candace decide irse de Disney Channel para dejar de ser una niña.
He querido encontrar qué hubo después de aquellos finales felices. Cuando se deja de ser lo que se fue.


¿Qué no forma parte? 


El miedo a la muerte. A mí me aterra y obsesiona. A ellas, en mis poemas, no. La despedida de Fénix, la entrega de Pícara y Coraline, la resignación de Molly… hacen del suicidio un final poético, lógico y sencillo. Pero la muerte sólo es bella como recurso literario. El suicido
como licencia poética.



blog de Adriana Bañares http://awixumayita.blogspot.com/

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