Parece que vamos perdiendo toda una generación de grandes voces. Octogenarias genialidades poéticas que nos dejan huérfanos, casi sin aviso, sin protección frente a un mundo que camina infecundo de palabras plenas. Hoy hemos perdido a Gonzalo Rojas, que tomó las riendas de grandes poetas chilenos como Neruda o Huidobro, y con su propia voz marcó el tiempo y el espacio poético de su país, y del habla hispana.
Generoso, dialogante, sin miedo a la conversación o a las preguntas del público, su obra es fiel a su persona. La sencillez, la sensualidad bien medida, la crítica equilibrada, el compromiso pausado y reflexivo, la musicalidad del sur, la fuerza de las palabras sencillas.
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