sábado, 14 de mayo de 2011

Molina de Aragón






No recordaba haber estado allí. Ni tan siquiera por donde ir para encontrarme con esta sorprendente ciudad coronada por una muralla medieval de tales dimensiones y grado de conservación. Pero cuando llegué, entrando desde la carretera que viene desde el Barranco de la Oz, reconocí sin dudarlo a esta gran capital de comarca. 

Sus grandes viviendas señoriales, la potencia de sus iglesias románticas y góticas, la arquitectura de la zona, que ya nos acerca  más a la arquitectura del norte de La Península, es de calles más cerradas, altas edificaciones, potentes plazas y una judería, recién restaurada, que no deja indiferente.

Coincidiendo con las fechas de la Semana Santa, todo el mundo parecía encontrar en la ciudad a cuantas personas llevaba años sin ver. Un tiempo de pasión y recogimiento, se tornaba en Molina de Aragón a fiesta y excesos. Las calles repletas de cofrades y bandas de música, chocaban con "Los quintos" bebiendo en las terrazas y algunos que ya sumaban algunos vinos de más volviendo con cánticos y danzares ebrios a sus casas. 

Sonaban campanas de procesiones. Se afinaban los músicos. Comenzaba el retumbar de tambores. 

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