sábado, 20 de agosto de 2011

¿Escoltas o asesinos de nuestras libertades?







En un país ya maduro en libertades, o eso nos gustaría pensar, todo el mundo tiene derecho a expresar su opinión sin que esto genere temor a ningún tipo de represalias. Dicho esto, la libertad de ideas tiene su límite en los derechos y libertades del otro, por tanto cualquier forma de manifestación no puede ser coercitiva hacia quienes piensan distinto, o no comparten nuestros planteamientos. La expresión de ningún tipo de reflexión puede estar acompañada de insultos, provocación o violencia. Si ésta se pretende realizar en una plataforma a modo de manifestación, debe mantenerse dentro del imperio de la ley y sus normas, si queremos que su fin y sus medios no se vean manchados o vapuleados por una contradicción en sí misma.

Lo que ha sucedido en Madrid estas noches no parece estar en ningún caso dentro de este marco de lo correcto. Por todos los lados se han vencido los límites, se han roto las consignas, y se ha estrangulado el reino de la razón y la ley con el quehacer de los manifestantes, de los peregrinos, y lo que chirría aun más, con quienes, enfundados en la representación del poder del orden, han aprovechado para bajarse del burro de la humanidad, y convertirse en burros sencillamente.

Todos podemos ver, gracias al sinfín de grabaciones y fotografías que circulan por internet, como desde ambos lados hubo faltas de respeto e intentos de agresión. Éstas, por supuesto, no son la representación de la totalidad, individuos manifestantes y peregrinos se dejaron llevar por una especie de "incendio", avergonzando a uno y otro colectivo. No creo que rezar fuera una provocación, ni tampoco que la manifestación deba ser considerado como tal, pero si se pudieron ver intentos de romper los cordones policiales, por ambas partes, con fin de encender aun más una discusión que nunca tuvo que tener ese escenario. En cualquier caso, esto solo puede tener como consecuencia un análisis de conciencia sobre lo que cada uno aboga y finalmente ejecutó en sus acciones y, por supuesto, las penas que deban caer sobre quienes violaron en algún momento la ley.

Pero lo que no es de recibo, y merece un castigo ejemplar, es la innecesaria e injustificada actuación de los "matones" con uniforme policial. Muchos son los que tuvieron que sufrir momentos de gran estrés y nerviosismo, agresiones e insultos, pero no se justifica en ningún caso, como respuesta a un insulto desde el otro lado de una calle, que un grupo de policías abofeteen a una mujer, y luego golpeen a un fotógrafo que los pillara "in fraganti", hasta dejarlo tirado en el suelo. Ésta y otras muestras de "caos llevado al caos" tuvieron lugar en unas noches que preferiríamos no haber conocido, pero que no podemos olvidar fácilmente, esperando que tampoco caiga en saco roto, y sean investigados y castigados por lo que pareció una imagen en blanco y negro, ciertamente condenable.

La ejemplaridad, exigible a todos, como exigible es la coherencia con nuestras ideas, que debe verse reflejada en nuestros actos, es absolutamente obligada en quienes son los escoltas de nuestras libertades, y no deben en ningún caso ser los asesinos de las reglas del juego.

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