Hace algunos meses acumulé
suficiente hartazgo como para escribir algunos poemas sin dedicatorias
personales a una especie de submundo poético que sobrevive consumiendo hiel
cainita y creyendo que, aun en estos tiempos, alguien nos debe algo por
escribir.
No negaré que mucho de lo
satirizado en los poemas puede haber sido en algún momento un mal propio, y
otros tantos, suficientemente observado en determinados teatrillos y parnasos
que se acumulan en la mal-memoria. Nadie está libre de pecado, pero algunos
parecen vanagloriarse en ellos como masturbatorios colapsos de ceguedad y ego
indigesto.
No pretendo molestar a nadie con
este libro, pero no podré evitarlo si ocurre. No es un libro con personajes
principales, así que nadie se atribuya en él papel alguno. Lo que poetizo es
tan generalizando que asusta.
Vuelvo a publicarlo en este
formato, digital y gratuito, porque también comienza a agotarme las otras
formas. Creo que al fin, lo único que le importa a quien quiere contar algo, es
contárselo a alguien. Y dado que este último no lo pidió, tampoco me apetece,
al menos esta vez, cobrárselo.
No espero, no obstante, que nadie
cambie por leerlo, ni que nadie tenga remordimiento de conciencia si se
reconoce. No creo que un poeta o un poema pueda, en estos tiempos, dar la
vuelta a nada. Tan sólo lo entrego con
el mismo cansancio con el que lo escribí, con el mismo hartazgo con el que lo
compuse, para nada o para nadie.
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Hay
más sangre derramada
por
nombres propios
y
falsos credos impostados,
que
por ideas mayúsculas
o
sostenidas preguntas en el tiempo.
Líneas
y hiel sobre el escritorio,
frustrado
el trazo y la mano,
riendo
como el malo
de una
película muda.
Sin
duda hay quien bebe tempestades
y sólo
recoge aplausos
o
alabanzas del miedo, hambrientos de carroña.
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En la
frecuencia de los presentes imperfectos
suenan
voces de mano alzada
puños
pesados y toscos en las gargantas,
teatrillos
de variedades
en los
que todo aquello que tintinea
o rime
con oscuro y funesto
se
transforme en un desnudo impúdico
o una
filia literaria.
Si hay
un tú desnudo o un yo en los huesos,
si
subimos a los altares de la belleza
a un
ridículo amor de monologuista,
o fumamos
esperpentos de pago,
podemos
llegar a la apoteosis de un aplauso
o al
inconsistente vaho
que
dejan las palmadas en la espalda.
Me encanta, eres genial, y aún más me encanta haberte seguido la línea poética según iba creciendo contigo y creciéndote de dentro a fuera. Felicidades por este magnífico poemario, mi querido poeta.
ResponderEliminarUn abrazo grande: Berbel.