“Hacerse la muerta”. Así
nos invita al juego nuestra poeta canaria, Nira Rodríguez. Un divertimento no
carente de reflexión, dolor y pausa. Hacerse la muerta parece una buena
estrategia de soledad medida, en mitad del mar, del silencio. Una forma de
hablarse en el eco del vacío que invade la plenitud de la marea. Joan Margarit dice “ “ Y con la
excusa del entretenimiento, nuestra poeta, es capaz de tocar con hondura todas
sus sombras, todas las oscuridades que conforman la voz en soledad, sin perder
el don del ingenio y la sorpresa.
En el aullido de
la noche
un sobresalto
me despierta
con la boca muda
la nada
pronunciada
Así nos susurra Nira Rodríguez en
uno de sus poemas dando grandeza a un sencillo instante, haciendo voz el
silencio y, el momento, una explicación de eternidad. Su poesía no es inocua.
Cuando nace de lo mínimo crece hasta llenarnos los sentidos y hacernos beber de
un trago sus imágenes, cuando nace del dolor o los miedos, nos clava a
bocajarro exponencial lo que emana de su personal caja de pandora. Decía Borges
“La poesía nace del dolor. La alegría es un fin en
sí misma”.
Todos los
espejos rotos
a mi paso
sus trocitos
atesoro en los cajones
profundos de mi
alma
mi imagen
diseccionada en los pedazos
de cuerpo que me
arranco
con el odio a
estas curvas
distorsionadas
Cuando conocí a Nira Rodríguez
gracias a la recomendación de nuestro común amigo y gran escritor canario,
Santiago Gil, me di cuenta, que aquella odiosa pregunta que todos hemos sufrido
alguna vez, la de “¿un poeta nace o se hace?” quedaba claramente invalidada con
respuestas inexactas. Emerson decía “la poesía nace de la poesía”. Esa frase
que escuché hace ya algún tiempo, tomaba sentido en Nira Rodríguez. Una poeta
que desde la más coherente humildad frente la a creación artística, a la vez
que iniciaba su camino en la poesía lo hacía con la rotundidad, envidiable,
confieso, del paso firme, nada casual, sobre la palabra.
La prisa y
un sonido
quedó de la
mañana
que dejaste
alas de
insecto
diseminadas
en el alba.
Volvemos al instante para llamar
al universo desde su detalle. Esta composición de nuestra poeta demuestra que
no son sus poemas un simple juego. A diferencia de algunos coetáneos, por
suerte me atrevería a decir, Nira Rodríguez se aleja de la simple experiencia
llevada a creatividad lingüística, o del sencillo juego semántico. Nos descubre
una intimidad universal a la vez que nos regala otros tantos donde mezcla la
poesía cuasi-visual con una capacidad encomiable de sorprender al lector sin
dejarlo dormirse en una fútil lectura.
casi nada, miniatura enana insignificante,
ah! pero tus ojos
en un abrir
y cerrar
tus ojos
llenaron el mundo
de gigantes.
Pero no es la suya una poesía de
impostura. Leer a Nira y hablar con Nira te proporciona el mismo mapa personal
de su paraíso habitable de la palabra y la imagen. Como diría Joubert “Muchos van hacia la verdad por los caminos de la
poesía. yo llego a la poesía, por los caminos de la verdad.” Y en el caso de
Nira se cumple, sus composiciones son ella misma, y en ella misma se vislumbra
el presente y futuro de su poesía. Harto de “poetas-actores” o de
“poesía-espectáculo”, la obra de nuestra poeta nos concilia de nuevo con la
creación sobre los pilares de la humildad, la verdad y el constante
descubrimiento del mundo, aunque este sea personal y en pequeños detalles; y
del universo, aunque este se encuentre sumido en las vivencias transformadas en
comunes de nuestra escritora.
Santiago Gil al hablar de la poesía de Nira Rodríguez toca
dos notas importantes y esenciales para su lectura. La mirada de niña
sorprendida maridando con la capacidad fotográfica de su escritura.
En el fondo de la
jarra la esperanza
unos ojos oxidados
danzarán parpadeando con la última luz
de las estrellas
el tránsito del segundo último
que acecha
los cordones desatados
de mis células
un tiempo maltratado
de amor a penas
pulso
por los largos pasillos
después de la infancia
en la sala de espera.
unos ojos oxidados
danzarán parpadeando con la última luz
de las estrellas
el tránsito del segundo último
que acecha
los cordones desatados
de mis células
un tiempo maltratado
de amor a penas
pulso
por los largos pasillos
después de la infancia
en la sala de espera.
Nira sigue mirando como niña lo
que aun de mayor continua sorprendiéndole. No reniega por eso de la
experiencia, sino que la digiere de con una voz para nada naif, sino que aliña
con inocencia sobre una cama de renacer constante.
Una lengua rodeando
el colmillo.
La caricia,
dedo
en el filo
de la
daga.
Nos descubre también una voz
erótica sin que desmerezca la elegancia ni la poética. No son imágenes que
buscan robarnos el aliento y despertar el instinto, pues es capaz de darle una
fuerza reflexiva que no deja indiferente al lector.
Dos labios
suben y
bajan
suben
bajan
lubricando pistola…
el cañón
de
una
Este cuerpo
amando
aquello
que lo mata.
Definía perfectamente este
necesario diálogo entre erotismo y poesía Octavio Paz cuando decía “Erotismo y poesía: el primero es una metáfora de la
sexualidad, la segunda una erotización del lenguaje.”
Joan Margarit definía así la poesía
"Escribir poesía es una operación que trata de reunir en un solo flash -el
poema- sensaciones, sentimientos, experiencias de sentimientos e intuiciones
que se combinan mostrando un reflejo de la verdad. Pero este flash tiene lugar,
al principio, sólo en la mente del poeta." Para luego decir “ser poeta es
una manera de ser o de estar en el mundo”.
Para quienes secundamos esta
definición, aunque evidentemente con ciertos matices, es indiscutible que
estamos ante un ejemplo de poeta capaz y de peso. Una voz que lejos de imitar,
merece ser envidiada por su coherencia y capacidad de tornar desde la hondura
hacia la genialidad, rozando la sensualidad, la reflexión, la capacidad
narrativa y el erotismo. Me negaré, con o sin permiso, a calificar a la poeta
de promesa o voz madura, de juventud o de grandeza. Creo que estos
calificativos poco tienen que aportar a la propia definición y concepto de
poeta y poesía. Más bien tildarla de temporalidad o medida, como quien intenta
cuadrar una duna, o meter el mar en un hoyo hecho en la orilla.
Tenemos en nuestras manos un libro
que merece toda suerte de éxitos, elogios, pero sobre todo una personal lectura
de disfrute y pausa. Y ante nosotros a una poeta, sin más, con toda la
grandeza, amplitud, hondura y plenitud de la palabra. Una apuesta de Ediciones
Vitruvio, en manos de Pablo Méndez, que celebramos haya encontrado en los
poetas canarios una apuesta firme y comprometida de futuro.
Felicidades Nira y mucho éxito siempre.
ResponderEliminarUn abrazo. Berbel.