sábado, 24 de agosto de 2013

Tengo un nombre que se diluye






Tengo un nombre que se diluye
en el blanco de los folios que dejo desiertos,
pues son yermas las horas,
oxidado el taller,
mudo el grito que antes azotaba,
como ventisca ,
las sombras del escritorio.

Piso las mismas calles,
amo y odio de la misma forma,
observo con iguales ojos,
pero mi boca apenas reconocer su eco
o es mi alma la que ya no reconoce

el pulso de las cosas.

Luis Antonio González Pérez (agosto 2013)

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